Los dos halcones del Rey | Cuento

Había una vez un Rey que recibió como regalo un par de halcones.

El Rey estaba encantado con su regalo cada mañana se asomaba por la ventana de palacio y veía a uno de los halcones volando alto por los cielos.

Después de un tiempo notó que en realidad siempre había visto a un solo halcón y llamó al entrenador del palacio y le pregunto:

¿Porque es que solamente he visto un halcón en el cielo?

El entrenador lo miró y dijo:

Señor, tengo malas noticias. Como usted vio uno de los halcones es magnifico vuela hacia el cielo y planea majestuosamente sobre la tierra pero su hermano se rehusa a dejar la rama cada vez que tratamos sacarlo de la rama se vuelve agresivo y esta lleno de miedo. Consultamos a los veterinarios y no hay nada malo con él. Llamamos a los magos y trajimos a las mentes más brillantes del palacio para que vinieran a ayudar con ese halcón. Pero sin importar lo que hicimos, él se rehusa a dejar la rama.

El Rey ponderó el dilema por un momento y dijo:

Sabes, creo que necesitamos una solución simple, pienso que deberíamos preguntarle a un granjero.

Unos días después el Rey se asoma a su ventana y para su asombro había dos halcones en el cielo. Ellos eran magníficos estaban remontándose hacia el sol planeando y entrando en barrena sobre el suelo, el rey estaba encantado y de nuevo llamó al entrenador del palacio y le dijo:

¡Estoy tan feliz! ¡Finalmente los dos halcones hermanos están volando juntos!, preguntó:

¿Qué hiciste? ¿Cómo lograste que soltara la rama?

A lo que el entrenador contestó:

Hicimos lo que nos dijo llamamos a un granjero.

¿Y que hizo el granjero? Preguntó el Rey.

Y emocionado el entrenador , contestó:

Bueno, en realidad estábamos tan emocionados con el resultado que olvidamos preguntarle.

Por favor tráiganme al granjero, dijo el rey.

El granjero era un hombre muy humilde y simple, cuando entró al palacio estaba extraordinariamente tímido, mirando hacia el suelo.

El Rey lo miró y le dijo:

¿Qué hiciste? ¿Cómo lograste que el halcón volara? ¿Qué magia utilizaste?

En realidad señor no hubo magia, hice algo muy simple, respondió el granjero; corté la rama y cuando el halcón se dio cuenta de que tenía alas, simplemente comenzó a volar.

Todos nacemos con ciertos talentos y dones naturales únicos. Hay algo que podemos hacer mejor que ninguna otra persona. Es algo que tenemos adentro nuestro y que no necesariamente precisa de un titulo universitario.

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Los Secretos del Cielo y del Infierno | Reflexión

 

Cierto día, un anciano se encontraba paseando por los jardines de un parque público, al ver que aquel parque era muy tranquilo optó por sentarse en el pasto con los ojos cerrados, las piernas cruzadas y los puños sobre sus piernas; permaneciendo en una meditación profunda.

De pronto, fue interrumpido por la voz fuerte y demandante de un gigantón; un agresivo hombre, visiblemente desaseado y descuidado.

-¡Anciano, enséñame sobre el cielo y el infierno!, demandó aquel hombre.

Al principio, como si no hubiera oído, no hubo una respuesta perceptiva por parte del Abuelo. Sin embargo, poco a poco, empezó a abrir los ojos y una ligera sonrisa apareció en sus labios, mientras el grotesco ser permanecía allí de pie, esperando con impaciencia, violentándose cada vez más con cada segundo que transcurría.

¿Deseas conocer los secretos del cielo y del infierno?. Respondió el fin el Anciano.

Tú, que vienes tan sucio. Tú, cuyas manos y pies están cubiertos de mugre. Tú, cuyo cabello está tan despeinado, cuyo aliento apesta, cuya presencia ofende e incomoda. Tú, quién eres feo y a quién tu madre te vistió estando enojada. ¿Tú me preguntas acerca del cielo y del infierno?

El individuo, al sentirse tan insultado pronunció una maldición. Sacó de entre sus ropas un puñal y lo levantó por encima de su cabeza con la intención de herir al Abuelo. Su rostro se puso de un rojo intenso y las venas de su cuello resaltaron cuando se preparaba para asesinar al anciano.

¡Eso es el infierno! Dijo el Anciano con amabilidad casi traviesa, cuando el puñal empezaba a descender.

En esa fracción de segundo, el criminal quedó dominado por la sorpresa, el temor, la compasión, el respeto y el amor hacia ese amable ser que se había atrevido a arriesgar su vida para proporcionarle esa enseñanza.

Detuvo el puñal a mitad del camino y sus ojos se llenaron de lágrimas de agradecimiento.

Y eso, eso es el cielo. Dijo el Abuelo.

(Padre John W Groff Jr.)

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